La fatigada razón se asoma
y contempla, indeleble, el desastre:
Entró la noche en el silencio
de este cuerpo hueco
y creció como espinos la culpa,
la inquietante noticia de la muerte.
Contra el avance de la ruina,
contra el avance irreparable
de lo que tuvo principio y nombre amargo;
en el silencio de este cuerpo: el Verbo.
Sus pasos en las orillas del cielo;
la silueta del primer hombre sin pecado,
los huesos secos descansan en sus manos abiertas.
La fatigada razón se esconde.
Entra la luz en la noche,
crece sin reparo la gracia.
En el tiempo el alma se sostiene,
en el silencio de este cuerpo
que contempla,
indeleble, la luz admirable.
*Este poema hace parte de una colección de obras inéditas del autor y están registradas en la propiedad de derechos de autor según la ley vigente.
Hermano Harol, muchas gracias.
Exultantes son estos versos, nos conducen al olvido de la “razón fatigada” y nos vuelcan al camino de la gracia: El Verbo.
Dios te bendiga en Jesucristo junto a tu esposa.
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Así es Rafael, gracias por leer.
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