Una y treinta es la hora del tintero
del plato y la siesta.
También del sol,
biliario y nauseabundo,
intimando en secreto a las sombras.
Una y treinta y caen de los árboles
poemas con jabalina,
incrustando en mi cansancio sus relatos.
Relatos que preciso De Tierra Caliente
en Cartagena, o en el Valle,
de una y de treinta y de versos de Luis López
que retrata un horizonte opaco, crepuscular.
Cabecean las palmeras hacia el viento
cual compás de un reloj enreversado.
Y los poemas, ciegos e inquietantes,
se abrigan en la oscuridad de mis susurros
como si escapar del sol quisieran
cuando el tiempo marca una… y treinta.
*Este poema hace parte de una colección de obras inéditas del autor y están registradas en la propiedad de derechos de autor según la ley vigente.